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AUTONOMÍA Y LIBERTAD EN TIEMPOS DE CRISIS

La historia y el proceso educativo y evolutivo del ser humano nos dice que, en época de crisis y una vez superada, hay una evolución obligada por la necesidad. A veces, el papel del educador o educadora es provocar esos momentos que ayuden a dar el salto evolutivo. Tras el conflicto y la crisis llega o debe llegar la maduración. Es un proceso en escalera o dientes de sierra siempre en positivo hacia una mayor madurez.

Esto sucederá si no hay un conflicto demasiado traumático o alargado en el tiempo que le impida madurar adecuadamente. Porque todo proceso tiene su tiempo y, en algunos casos, pasado ese tiempo si no se madura o no lo hace adecuadamente hay un estancamiento o retroceso madurativo.

 Un problema físico, mental o emocional puede retrasar todo ese proceso. En otros casos una deficiencia física puede ser compensada con la maduración de ciertos factores o sentidos que se agudizan por la necesidad (ceguera, sordera u otra discapacidad física de cualquier tipo).

Las frustraciones son armas de doble filo, son necesarias las pequeñas frustraciones para madurar la personalidad, pero si la frustración es grande e insuperable puede suponer un trauma emocional con secuela. Las frustraciones más dramáticas son las emocionales y afectivas. Es necesario que la persona se sienta querida y aceptada para madurar de forma equilibrada y positiva.

Vivimos en estos momentos una época de crisis social, económica y sanitaria y, dependiendo como la gestionemos, saldremos más fuertes, más madur@s o no.

Es de admirar como los niños y las niñas de menor edad se adaptan a los protocolos de higiene y seguridad mejor que las personas adultas o jóvenes. La plasticidad de sus mentes se lo permiten. Hay que nombrar excepciones de las personas con ciertas características de personalidad y rasgos de diversidad funcional que les lleva a actitudes de rigidez e inflexibilidad provocada por el miedo.

Ya sabemos que el miedo es enemigo de la libertad y muy amigo de la autoridad. En época de crisis suben las derechas, se encienden antorchas y se ondean banderas, se glorifican a los héroes y salvadores de la patria. Véase como la crisis del 1929 dio pie a los fascismos y nazismo de los años 30. Durante la época de grandes pandemias en la Edad Media se quemaron “supuestas brujas” y la Iglesia o Iglesias se radicalizaron y los “Autos de fe” proliferaron sembrando el miedo y la sumisión en toda la población europea. El agarrarse al clavo ardiendo de la autoridad es una característica de nuestra mente inmadura y primitiva que en algunos momentos nos salvó la vida como especie, pero que en otros nos ató a la involución y a la mente egocéntrica y dependiente. Todo esto hay que reflexionarlo en estos tiempos de crisis para gestionarla de la forma más positiva.

No cabe duda que la salud es lo primero, lo primero, pero no lo único, y no tiene lógica arriesgar la vida por dar pábulo al capricho, pero teniendo en cuenta que tenemos que dejar una ventana abierta para ver y comprender el mundo y preparándonos para cuando “abramos la puerta”.

La historia nos enseña también que en los momentos de bonanza económica surgen las ideologías y movimientos más progresistas que nos hacen confiar en el potencial del ser humano para crear parcelas de libertad y vislumbrar un mundo más justo, solidario y feliz. Véanse en este caso la revolución del Renacimiento a nivel artístico, económico y social o el mayo del 68 tras la bonanza económica de los años 50 y principio de los 60.

Vamos aprendiendo a gestionar y observamos como las crisis y las épocas de bonanza duran menos y se suceden cada menos tiempo y son menos agudas. La ciencia nos ayuda a gestionar el miedo y la inseguridad que es el combustible del autoritarismo.

En el ser humano también se dan crisis y procesos de avance madurativo. Todo el mundo ha oído hablar de la crisis de la pubertad y adolescencia (mal llamada “edad del pavo”) que una vez superada nos adentra en la adultez con seguridad y autonomía.

En educación la ciencia nos ayuda a comprender y gestionar las crisis, pero no cabe duda que hay un componente de arte para saber cuando intervenir y cuando esperar, cuando actuar y cuando hablar o callar y observar. El educador o educadora debe formarse y aprender el arte y la ciencia de educar.

La tentación de decir las personas adultas a los niños y niñas lo que tienen que hacer en cada momento es grande, y en unos momentos habrá que hacerlo, pero hay que tener en cuenta que eso va en contra de la autonomía de la persona. Nada queda tan asentado en la mente que lo que se descubre por un@ mism@ y la función del educador o educadora será facilitar y provocar interés en el niño o niña. De igual forma observar y descubrir sus intereses para poner a su alcance los medios para aprender de forma más autónoma.

Una mente abierta es más receptiva y deseosa de descubrir y aprender. La curiosidad en la infancia no tiene límites (lástima que el sistema educativo rígido y reglado sea capaz de matar esa curiosidad en pocos años). Pero la mente infantil tiene también una rémora que impide que sea más abierta y esa rémora es el egocentrismo.

El egocentrismo es inconsciente y quienes lo son no se perciben como tal. Es necesario la intervención de otr@ que como espejo se ponga delante para hacerle ver sus actos, sus aciertos y sus errores. La mente egocéntrica no puede o no sabe ponerse en lugar de la otra persona.

Hace muchos años les pregunté a un grupo de niños y niñas de 3 y 4 años si alguien podía ayudarme a hacer algo (que ahora no recuerdo), levantaron la mano y gritaron…

- Yo, yo...yo.

Les dije:

- Gracias, dejadlo ya lo hago yo que sois muchos. Y entonces saltó un niño de 3 años…

- ¡Te ayudo yo que soy uno!

Por supuesto que no había percibido que l@s demás también eran “uno” como él y tenían el mismo interés y deseo de ayudarme. Este es un ejemplo de mente egocéntrica, lógico y normal, por otra parte, teniendo en cuenta la edad.

La gestión de esta pandemia está sacando a la luz la generosidad y solidaridad del ser humano con el trabajo de tantos grupos de apoyo vecinales, de barrio para cubrir las necesidades de personas que se han quedado sin trabajo y sin hogar y la lucha de las personas de ciencia que se esfuerzan y trabajan diariamente para sacar vacunas y mejorar la calidad de vida de l@s afectad@s; pero también está sacando a la luz el egocentrismo de personas y gobiernos que pretenden ser vacunados antes que nadie aún a costa de grupos con más necesidades. Otro ejemplo de actitud egocéntrica de los gobiernos y grupos poderosos es el deterioro paulatino del medio ambiente que si no hacemos algo urgente será irreversible.

Ese mecanismo mental egocéntrico es el mismo tanto para un niño de 3 años, como para un grupo, como para una nación. Es el mecanismo del nacionalismo excluyente y que tiene como fin último acabar con el contrario, con el otro país.

Sabemos que no sirve de mucho que unos países se inmunicen pronto cuando el virus sigue extendiéndose y tarde o temprano puede volver a atacar ya mutado y más virulento, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad global y se pretende que siga siéndolo.

Solamente trabajando con la mente abierta podremos encontrar soluciones globales tanto a los conflictos personales de niños y niñas como a los conflictos globales del planeta.

José Luis Viviens

(Colectivo Paideia)

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